Costas, montes. ¿Es el camino?
Hace unos días nos levantábamos con la siguiente
noticia, publicada en el diario El País: “El PP
rebaja la zona de protección de la costa de 100 a 20 metros.” Estaba hablando el rotativo de la servidumbre de protección en una
enmienda a la Ley de Costas en trámite parlamentario actualmente.
Todo eso es cierto, pero tras leer el proyecto creo que es realmente preocupante y lo es por la forma en la que se aplicaría esta nueva normativa. El texto es confuso, pero sabemos el tejado sobre el que recaería la delimitación de la vivienda en función de una serie de requisitos: el de los Ayuntamientos, con silencio adminsitrativo favorable del Ministerio de Medio Ambiente tras 18 meses. No hay que ir muy atrás en el tiempo para sentir una gran inquietud por la voracidad urbanística que mostraron gran cantidad de municipios que vieron en el dinero fácil de la burbuja inmobiliaria y del ladrillo su principal vía de financiación, con los destrozos que todos conocemos. También habría que estar muy alertas con como afectaría esta ley a auténticos atentados contra nuestro litoral, algunos con sentencia desfavorable del Tribunal Supremo, como es el caso del célebre hotel El Algarrobico. Sería muy grave que una nueva ley diera carta blanca a este tipo de barbaridades, desoyendo a la máxima instancia judicial, sobre todo por el precedente que ocasionaría. Lo de construir obras de defensa para paliar las posibles invasiones del mar por el cambio climático es a mi juicio un enorme desvarío. ¿No sería más lógico no construir a tan poca distancia del mar que hacer obras para tener que defenderte de él? Este disparate se habría evitado si nuestros legisladores hubieran tenido a bien de sentar a algún científico en su mesa.
Son proyectos, no son leyes aún. La sociedad
española debería mostrar en este momento cual es el camino que quiere en
cuestiones tan trascendentes. La democracia no es votar cada cuatro años ni dar
pie a continuas pataletas ni desahogos de todo tipo cuando todo esta perdido
como desgraciadamente vemos con demasiada frecuencia, sino el arte de estar
siempre al pie del cañón ofreciendo buenos argumentos.
Ya se que algunos se lanzarán contra un post como este ya que aprueban y defienden este tipo de
políticas, pero los argumentos de los, a mi juicio, mal llamados
“desarrollistas” caen por su propio peso. Si el camino hacia la
prosperidad estuviese hecho de ladrillo y de continuas pérdidas de patrimonio
natural, España sería sin duda una de las naciones económicamente más
prósperas. La España que construía más viviendas que Francia y Alemania juntas,
como sacaba pecho Aznar; la España que jugaba en la Champions League por sus
bancos y cajas de ahorros metidos a inmobiliarias como presumía sonriente
Rodríguez Zapatero. Todos sabemos como
acabó el cuento porqué aún vivimos en ese fin del cuento y padecemos sus
desastres. El sentido común nos dice que no se sale de una crisis por el mismo
camino que nos condujo a ella, pero es más fácil la inercia que la busqueda de la verdad, el error confortable que el acierto arriesgado, el cliché y el tópico que contrastar datos, argumentos, documentarse...
Errar es humano, hacerlo de nuevo con la misma piedra (o el
mismo ladrillo) demuestra no ya una clase política de bajísimo nivel como todo
el mundo crítica, sino una ciudadanía falta de criterio, de cultura y de
memoria. Es que en estos temas, como en
todos, es muy fácil echar la culpa de todo a los políticos.
Ah, como siempre, para no pensar a expensas de El País y
cia:
Comentarios
Publicar un comentario