Picapedreros-Boticario I.

Siempre he defendido que no hace falta ir muy lejos para disfrutar de la naturaleza, ni tan siquiera un vehículo propio, ese artefacto al que nosotros mismos le hemos dado la categoría de imprescindible y que causa tantos problemas.

Si estás en Málaga, tan solo tienes que coger el bus que lleva a Ciudad Jardín, bajarte en la última parada y andar unos 10 minutos en dirección norte para encontrarte con los montes de Málaga en todo su esplendor. Nada más, eso y tener ganas de pasar un gran día de campo.

Se trata de la ruta Picapedreros-Boticario. Esta comienza cuando, tras dejar atrás una serie de edificaciones, aparece el cartel indicador de que nos encontramos en el Parque Natural Montes de Málaga. Con él empiezan a darse cita los pinares con los que se repobló en los años 30 del pasado siglo para retener los suelos de estos montes devastados por talas tremendas y evitar de este modo las riadas que con frecuencia castigaban a la ciudad de Málaga.



Estos no son los restos de una civilización perdida, las ruinas de alguna antiquísima construcción inca o azteca descubierta por un explorador entre la maleza. Tampoco el escenario de una peli de terror ahora que se acerca la fecha propia de Halloween. Pareciera serlo, pero no. Se trata de parte del Acueducto de San Telmo, la obra más importante de ingeniería hidráulica en España durante el siglo XVIII. Construido por José Martín de Aldehuela en 1.782, abasteció toda la ciudad de Málaga llevando agua del Guadalmedina a sus habitantes mediante sus 10,8 km de longitud, 33 puentes, 30 acueductos y varias arcas. Si bien algunos de sus elementos más monumentales fueron restaurados hace unos años, otros, sin embargo, muestran una lamentable imagen de abandono como esta zona que se encuentra nada más comenzar la ruta si nos salimos del carril en dirección izquierda. Una pena, por lo que tiene de sintomático de la desidia de las administraciones y de una ciudadanía que, en gran medida, no sabe ni de la existencia de esta joya. No se conserva lo que no se valora y no se valora lo que no se conoce. Esto tan repetido cuando hablamos de naturaleza es también aplicable a este otro tipo de patrimonio, el histórico y cultural que, en mi opinión, también es, en este caso, naturaleza. Naturaleza tan unida a lo humano, a nuestros orígenes y avatares y a nosotros mismos como la piedra lo está a la maleza. No hay nada más injusto que el olvido, pues los de la tablet y el whatsapp le debemos a estos arcos todo lo que somos. Estos no son los restos de una civilización perdida. O sí.








La imagen no es casual. Los montes de Málaga están llenos de las ruinas de los antiguos lagares de la zona. El mismo nombre de la ruta hace referencia a dos de ellos. Sus figuras decadentes forman parte ya del bosque tanto como el arroyo Hondo, los pinos o los algarrobos. En otros tiempos, en ellos se pisaba la uva y se fabricaba el riquísimo vino de los montes.
Una práctica ancestral que ya sólo se realiza (más como homenaje y fiesta que como otra cosa) una vez al año en el lagar de Torrijos, durante la vendimia.Pero ahí siguen, como si sus almas de piedra hubieran encontrado abrigo entre las explosiones de vida verde del paisaje y se dispusiesen a desaparecer, en una muerte lenta, tragados por la misma tierra que tantas tardes de gloria les dio en lo que ya es el lejano cielo de la memoria.








Comentarios

  1. Me hablaron de esta ruta y aún no la he pisado, pero tengo previsto hacerla en cualquiera de estos días.

    Ayer, salimos a darnos una vueltecita y entrar por algunos rincones cercanos. Nos desviamos por uno de esos parque de Janes Bowles y me encontré con un rincón de campo precioso. No tenía ni idea de lo que había a escasos metros de mi casa. Ahí me encontré hasta un huerto urbano para la dignidad.

    Te llevas sorpresas cuando te sales de la acera.

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