Los lances

Cuenta la mitología que Hércules, obedeciendo al rey de Tirinto, se enfrentó al monstruo Gerión para robarle sus bueyes y entregárselos al monarca. De regreso, dividió en dos el Atlas para así poder pasar más facilmente, uniendo de esta forma el océano Atlántico y el Mar Mediterráneo, creando así el Estrecho de Gibraltar.
El Estrecho era para los antiguos el límite de lo conocido, el último de los abismos, el fin del mundo, pero se convirtió en una de las rutas de navegación más importantes del globo y testigo de numerosos episodios de la historia de la humanidad.
Hoy, cuando los monstruos son otros, cuando parecemos no conocer límites ni abismos, se nos presenta aún con toda la fascinación, con toda la magia. Las que nos produce contemplar el tránsito de peces y cetáceos bajo sus aguas y de aves en sus cielos.
Un homenaje a estas últimas es este sencillo sendero: el de Los Lances. Su nombre hace referencia a la playa homónima por la que discurre, la situada más al sur de toda la península.
Un enclave de enorme importancia que, situado en pleno Parque Natural del Estrecho, acumula galones como Paraje Natural, Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Lugar de Interés Comunitario (LIC) para la Unión Europea o Reserva de la Biosfera para la UNESCO entre otros.
Parecía anunciarnoslo la gaviota sombría (Larus fuscus) que nos visitó, haciendo como si posara para nosotros al inicio de la ruta, y nos lo confirmó la elegante sinfonía del canto de las aves, un auténtico regalo para nuestros oídos una vez apagado a lo lejos el ruido de urbanizaciones y bañistas.
Y es que nos hallamos en el paso más importante de la ruta que lleva a África, para las que proceden del oeste europeo y también en un lugar propicio, gracias a sus zonas húmedas, para las que buscan asentarse.
Pero no solo de avifauna vive el naturalista, durante el camino se nos presentará ante nuestros ojos una vegetación típica de sistemas dunares como la bella azucena marina (Pancratium maritimum) brotando rebelde de debajo del entablado o harán acto de presencia los grupos zoológicos más ocultos como este escurridizo cangrejo común (Carcinus maenas) que habitaba los fondos arenosos del Río de la Vega.
Y poco antes de llegar a su final, un observatorio para disfrutar de límícolas como charranes, chorlitejos o correlimos; garzas, garcetas y garcillas; rapaces como el milano negro o el aguilucho lagunero; gaviotas, cigüeñas, y muchas otras especies en función de la época del año en la que nos encontremos.
Un recorrido muy cómodo, con una correcta señalización, una pasarela de madera y bancos para el descanso, lo que lo convierte en ideal para personas con discapacidad. Un sendero de naturaleza, fascinación y magia.











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