El último cazador

"Las personas no deberíamos nunca perder el contacto con la naturaleza."
"Si el ser humano quiere sobrevivir tendrá que aprender a vivir con la naturaleza, no contra ella."
"Yo no creo que ninguna especie sea especialmente nociva para la naturaleza. El hombre tiene un papel que jugar.También ayudamos a mantener el equilibrio del ecosistema, siempre y cuando solo tomemos lo que necesitamos."

Son algunas de las frases que aparecen en 
"El último cazador" (Vanier, N. 2005), una de las películas de mayor belleza que he visto en mucho tiempo. 


La ficción nos cuenta la vida de Norman, un trampero que sigue viviendo, igual que se hace desde hace siglos, en armonía con la naturaleza. Junto a Kebaska, una india Nehanni, y sus perros vamos siendo partícipes de la lucha diaria por la supervivencia en un entorno cada vez más amenazado por industrias como la maderera.


Los espectaculares paisajes nevados del Cánada, como sacados de una novela de Jack London; los comentarios del protagonista en off, de gran interés ecológico; la ausencia de tramposos efectos especiales; los minutos y minutos de silencio, solo alterado por sonidos de la naturaleza; la visión bella y a la vez cruda de esta, sin edulcorantes; la emotividad, sin necesidad de efectistas giros en la trama. Estas son algunas de las características que más me han llamado la atención del filme.
Así lo definía el director: "Norman nos invita a un mundo aparte donde las brisas gélidas soplan con más fuerza que las palabras."


Una pequeña joya para deleitarse y huir de la impostura y la estridencia del cine comercial que nos venden con calzador hoy en día.


¡Ah, lo olvidaba: una gran BSO en la que aparece el gran Leonard Cohen!


Repito: de lo mejorcito que he visto en mucho tiempo. 




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