Liquen

Siempre me han parecido fascinantes los líquenes, con sus ráfagas de color cubriendo el lienzo seco de las cortezas, génesis de una segunda piel. Como pintores de la naturaleza, como geniales grafiteros que tiñen de arte los grises muros que habitan las ciudades.
Normalmente se les asocia con lugares umbríos, cubiertos de lluvia y sombras, con las bellas y húmedas tierras del norte de España, con recónditos bosques. Pero resulta que podemos encontrarlos en los montes de Colmenar, a poco menos de 30 km de la ciudad de Málaga.
Dijo Cortazar, que la felicidad para él tenía un aire como de unicornio o isla, de caída interminable en la inamovilidad. Y yo podría pasarme horas contemplando inmóvil semejantes unicornios. Y sería completamente feliz. Los líquenes están formados por la unión simbiótica entre un alga y un hongo, en uno de esos malabares con los que la evolución deslumbra el corazón de los hombres, en una pirueta acrobática directa al talón de aquiles de lo lógico y de lo previsible. El alga pone la energía fruto de la fotosíntesis, mientras que el hongo cumple su parte del trato añadiendo agua y minerales. Ocurrió hace millones de años y hoy, su éxito (habitan desde regiones polares hasta trópicos y desiertos), nos da una lección de valor incalculable sobre el poder de la colaboración y las sinergias.
El que vemos en la foto, vistiendo almendros y otros árboles en la "ruta de La Molina" de Colmenar, es Xanthoria parietina. Se caracteriza por soportar condiciones de sol prolongado y ausencia de lluvia, lo que lo hace el superviviente ideal de entre los líquenes en nuestros campos secos y agrestes de Andalucía.
Acabamos de decir, recordando los libros de Ciencias Naturales que muchos estudiamos, que el liquen es el resultado de la unión entre un alga y un hongo. Pero la ciencia avanza y los libros de Ciencias Naturales, o como se llamen ahora, envejecen. Y es que hace tan solo unos meses, ha sido descubierto un tercer miembro del consorcio, una levadura, oculta hasta ahora para los ojos de generaciones de biólogos. El investigador Toby Spribille y sus compañeros de las universidades de Montana (Suecia), Graz (Austria), Purdue (Estados Unidos) y el Instituto Canadiense de Investigación Avanzada de Toronto se han llevado la portada de la prestigiosa revista Science por ello.
No debemos mirarlos con recelo, al revés. Son bioindicadores, lo que quiere decir que los lugares que habitan se caracterizan por un buen estado ambiental, por una buena calidad del aire. No son signos de enfermedad, sino de salud, y debemos de conservarlos como a cualquier otro integrante de los ecosistemas.
Por todas estas razones, porque la felicidad tiene, según Cortázar, un aire de unicornio o isla, yo quiero ser feliz contemplando un liquen, yo quiero sentirme liquen.


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