Baelo Claudia: La Pompeya española

Así definió el arqueólogo francés Pierre París la ciudad romana que encontró tras sus excavaciones hace ahora poco más de cien años, la misma cuyos vestigios hallara antes en los escritos de viajeros y eruditos.
Dijo Kafka que leer es siempre una expedición a la verdad y no se me ocurren unos hechos que puedan dar a la frase más literalidad que el descubrimiento de Baelo Claudia, en Tarifa (Cádiz).
Descubrimiento es, e impactante, salir del centro de interpretación y ver las columnas de la antigua basílica emerger y fusionarse con el azul turquesa del Atlántico, con el verde de los pinares y con el dorado de la gigantesca duna. Un espectáculo. Porque una de las grandezas de este conjunto histórico es, precisamente, el paisaje.
Nada más y nada menos que la Ensenada de Bolonia, dentro del Parque Natural del Estrecho de Gibraltar, en la actualidad uno de los enclaves más vírgenes y menos transformados de la costa gaditana, y que atesora notables valores naturales y ecológicos.
Una ubicación que no es casual, ya que fue el mar lo que le permitió alcanzar a esta ciudad la gloria comercial entre los siglos I a.C y II d.C debido a sus fábricas de la salsa de pescado “garum”, a su industria pesquera (principalmente del atún) y a su comunicación estratégica con el norte de África. Tanto es así que Claudio, el emperador, le otorgó el rango de municipio romano.
Baelo Claudia es el trazado urbano romano más completo y mejor conservado de la península ibérica. Han llegado hasta nuestros días restos de los principales elementos de una ciudad romana: un acueducto, la muralla, el foro, la basílica (con la imponente estatua del emperador Trajano), el teatro, los templos, algunas viviendas, la necrópolis, etc.
Perturba saber que el mismo mar que le dio prosperidad fue el que precipitó su final con incursiones de piratas mauritanos y un terrible maremoto que petrificara, como el Vesubio hizo con Pompeya, las ambiciones, los sueños, las desdichas, los retazos de la vida de sus habitantes. Después, la erosión, el paso del tiempo y la maleza le hicieron el resto del trabajo al olvido.
El cometido que comenzó París (por cierto, un francés enamorado de la cultura e historia hispánicas) continúa hoy con varias excavaciones. Deberíamos valorar más el trabajo de los arqueólogos y no cuestionar la importantísima labor que desarrollan en numerosas obras en nuestras ciudades.
Aún hoy hay que explicar que no son solo piedras. Sus investigaciones nos permiten conocer datos como índices de mortalidad, formas de vida, las creencias sobre la muerte o las manifestaciones religiosas, aspectos imprescindibles para entender de dónde venimos, quienes somos y los retos del futuro.
Por eso, si viajas a Bolonia, merece la pena restarle un par de horas a la playa y dárselas al Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia. Conocerlo, conocernos. 

                                                           









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